martes, 12 de octubre de 2010

Invictus


En la noche que me envuelve,
negra como un pozo insondable,
doy gracias al dios que fuere
por mi alma inconquistable.

En las garras de mis circunstancias no he gemido ni llorado,
ante las puñaladas del azar, si bien he sangrado,
jamás me he postrado.

Más allá de este lugar de ira y llantos,
acecha la oscuridad con su horror.
No obstante, la amenaza de los años
me halla y me hallará sin temor.
Ya no importa cual recto haya sido el camino,
ni cuantos castigos lleve a la espalda,

Soy el dueño de mi destino, soy el capitán de mi alma.

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